viernes, 29 de octubre de 2010

TIENES QUE ESCUCHAR ESTO VI: La maja y el ruiseñor de Granados



Ivonne, pianista y seguidora del blog, nos recomienda esta pieza maravillosa de Granados.

miércoles, 20 de octubre de 2010

ANECDOTARIO DE COMPOSITORES VI: La música era la única religión de Mahler.

El sentido místico del pasaje que sigue, sacado de una carta escrita a principios de 1909, refleja bastante bien el estado de ánimo de un hombre que mira la vida con la mano de la muerte posada ya sobre su hombro:

Hay tantas cosas, demasiadas cosas, que podría decir acerca de mí mismo, que no puedo ni empezar. He sufrido tanto durante estos últimos dieciocho meses (es decir, desde que sabía que estaba enfermo) que apenas puedo contarlo. ¿Cómo podría tratar de describir una crisis tan abrumadora? Veo todo bajo una luz totalmente nueva: soy presa de tales transformaciones que no me asombraría si me encontrara en un nuevo cuerpo (como Fausto en la escena final). Estoy más ávido de vivir que nunca y encuentro la “costumbre de estar vivo” más dulce que nunca. En este momento los días de mi existencia son como los Libros Sibilinos… Qué absurdo dejarse sumergir por el brutal torbellino de la vida; de mentirse a uno mismo, aunque sólo sea un momento, y de mentir a lo que está por encima de nosotros. Pero escribo esto a tontas y a locas porque, ahora mismo, cuando deje esta habitación seré exactamente tan tonto como los demás. ¿Qué es en nosotros lo que piensa? ¿Qué es lo que actúa?

Sigue entonces una frase magnífica y particularmente reveladora:

Es extraño, cuando oigo música, incluso si la dirijo yo, escucho respuestas muy precisas a todas mis preguntas y todo es para mí perfectamente claro y evidente. O, más bien, lo que me parecer ver claramente es que no son preguntas en absoluto.

De ahí esta luz nueva bajo la cual lo veía todo. Después de tantos pensamientos, deseos, luchas, encontraba el verdadero consuelo a su dolor en la música; la música que, como ya he intentado explicar, es un camino hacia Dios muy cercano a la religión.

Cuando le preguntaban en qué creía, Mahler solía responder: Soy músico, con eso está todo dicho. Si, como sugiere en la carta que he citado, llegaba a quejarse –a flaquear- no era sino una señal del pesado tributo que deben pagar los hombres más eminentes –y muy especialmente los que, como él, están dotados de una naturaleza impulsiva- a la amenaza de enfermedad que a todos nos acecha.

La verdadera tragedia fue que en los últimos días de su vida la violencia de su enfermedad oscureció la exaltación de su espíritu. Hasta entonces el sentido trascendental de la redención que tiene La canción de la tierra y la Novena Sinfonía había prevalecido. Que su espíritu, siempre despierto, haya sobrevivido tanto tiempo, que durante tantos años haya manifestado su deseo de aprender, recuerda la leyenda de Tolstoi de los tres viejos piadosos a los que el obispo visita en una isla. Oyen de su boca el Padrenuestro centenares de veces, pero sin poder acordarse nunca de sus palabras. Terminan por fin por comprenderlo, pero mucho tiempo después de que el barco del obispo hubiese dejado la isla, les ve una noche andar sobre las olas detrás del navío porque, según decían, se habían vuelto a olvidar de la plegaria. Y él, profundamente conmovido, les responde: Habéis andado sobre el mar, ¿qué más tenéis que aprender?

Lo mismo sucedía con Mahler. Lo que él poseía y sabía superaba con mucho el objeto de su búsqueda, porque encerraba en él la música, llevaba en él el amor. Creo, pues, que ya redimido, habrá comprendido que su búsqueda incansable contenía en germen su respuesta, y que su deseo, por fin, habrá sido satisfecho.


Gustav Mahler, Bruno Walter, Alianza Editorial, S.A., Madrid, 1982, 1986, 1993, 1998, 2002, págs. 120 y 121.

viernes, 15 de octubre de 2010

TIENES QUE ESCUCHAR ESTO V: El viejo castillo de Mussorgsky
ANECDOTARIO DE COMPOSITORES V: Así fue el entierro de Beethoven.

El lunes 26 de marzo de 1827 fue un día helado. Desde Silesia y la Cordillera de los Sudestes, un viento del norte soplaba a través de los bosques de Viena. En todos lados, la tierra se escondía bajo un suave manto de fresca y silenciosa nieve. El largo invierno había sido crudo, húmedo, frío y helado: aquel día, parecía que el invierno no quería soltar la tierra de su mano.


Hacía las cuatro en punto las luces de Viena, los faroles de la calle, las velas de un sin número de habitaciones, empezaron a penetrar en la nublada penumbra. El día había casi llegado a su término. En el segundo piso de la Schwarz-spanierhaus, la Casa del español moreno, al oeste de las antiguas murallas de la ciudad, yacía un hombre que también había casi terminado su trayecto. En una gran habitación, apenas amueblada, de apariencia triste, entre miseria, libros y papel pautado, dejándose ver, en medio de todo ello, su apreciado piano de cola, un Broadwood de caoba, Beethoven, el General de los músicos, perdió su vínculo con la vida. Tendido en una tosca cama, inconsciente, en ese momento estaba tan destrozado y acabado como su piano. Fuera, los elementos continuaban rugiendo furiosamente. Los copos de nieve que caían se amontonaban frente a la ventana. De repente, se oyó un fuerte trueno acompañado de un relámpago… Beethoven abrió los ojos, levantó su mano derecha y, con el puño cerrado, miró a lo alto durante varios segundos… Cuando dejó caer de nuevo su mano sobre la cama, con los ojos medio cerrados… ¡Su respiración se detuvo, el corazón dejó de latir! El espíritu del gran compositor había huido de este decepcionante mundo hacia el reino de la verdad. Así lo recordaba Anselm Hüttenbrenner. Otro de sus contemporáneos, Joseph Carl Rosenbaum, relataba el fin de Beethoven, de forma aún más conmovedora, en un lacónico apunte de su Diario: Ludwig van Beethoven ha muerto de hidropesía, por la tarde, alrededor de las seis, a sus cincuenta y seis años. ¡No estará más entre nosotros! Pero su nombre seguirá viviendo a la luz de su fama.

El funeral tuvo lugar la tarde del 29 de marzo de 1827. En contraste con los tres días anteriores, el tiempo era amable, cálido: la primavera había despedido al invierno. Una multitud conmovida por el dolor asistió al funeral para rendirle su último homenaje. Según el Allgemeine Theater Zeitung (del 12 de abril) había alrededor de 15000 personas. Otros estimaron una cifra cercana a los 20000 asistentes. Pero según todos estos informes, la ceremonia fue una de las más espectaculares de la Viena posnapoleónica. Según un detallado informe del funeral, de los archicos de la Corte Suprema, el patio de la casa estaba lleno a desbordar y fuera, la multitud, pedía paso impetuosamente. La intervención militar de los soldados del cuartel de Alser… apenas sirvió para controlar a la multitud. Incluso las escuelas permanecieron cerradas. A las tres se cerró el ataúd y lo bajaron al patio. El paño mortuorio, encargado por Antón Schindler del Segundo Regimiento Civil, fue extendido sobre el féretro, la cruz adornada con una corona de flores bellísima y sobre el paño se dispusieron unos evangelios y la bellísima corona cívica… La puerta se abrió. La multitud estaba tan apiñada que sólo con gran dificultad pudieron, el director de ceremonias y sus ayudantes, organizar la comitiva. Los que sostenían el féretro, entre los cuales se contaban Hummel y Gyrowetz, llevaban velas cubiertas con crespones. Entre los que llevaban las antorchas, nombres como Castelli, Czerny, Grillparzer, Graf, Paccini, Schubert y Schuppanzigh, destacaban de una distinguida comitiva. En el centro de la procesión iba el magnífico carruaje ceremonial, llevado por cuatro caballos que habían sido encargados desde el despacho del rector de la Catedral de San Esteban. El cortejo giró pasado el Palacio Lichnowsky. Un coro cantó el Miserere, en un arreglo de uno de los Equale de Beethoven para trombones. Una banda interpretó la marcha fúnebre de la sonata para piano Op.26.

Ates D´Arcy Orga, Beethoven, 2001, Ediciones Robinbook, s.l., págs. 11, 12 y 13.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

TIENES QUE ESCUCHAR ESTO IV: Preludio de la ópera Tristán e Isolda, de Richard Wagner
ANECDOTARIO DE COMPOSITORES IV: Shostakóvich visita Estados Unidos a petición de Stalin.

Cuando Stalin llamó a papá, estábamos en casa mis padres y yo. Mi padre hablaba desde su estudio y mamá escuchaba la conversación desde el otro aparato que teníamos instalado en el recibidor. Le rogué que me pasase el auricular porque tenía unas tremendas ganas de escuchar en vivo la voz de Stalin. Ella accedió y me tocó en suerte escuchar algunas frases de la conversación que aquél mantuvo con mi padre.

Bien se sabe que, a fin de cuentas, Shostakóvich viajó a Estados Unidos en 1949. Oficialmente, integraba la delegación soviética que asistía al Congreso Internacional de la Ciencia y la Cultura para la Paz Mundial. La delegación incluía también a escritores, directores de cine y científicos. Debido a su timidez y su modestia, Shostakóvich nunca refirió detalles de su viaje allende el océano. Pero el escritor Alexandr Fadéyev, quien también viajó con la delegación, comentó con sus amigos algunos pormenores de la bienvenida que dieron al célebre compositor en Estados Unidos.

Para empezar, varios miles de músicos se congregaron en el aeropuerto de Nueva York con el fin de saludar a Shostakóvich. El propio grupo de personalidades que llegó desde la Unión Soviética fue denominado en la prensa de la siguiente manera: Dmitri Shostakóvich y sus acompañantes. Como a los norteamericanos les costaba pronunciar correctamente nuestro apellido, lo transformaron a su manera llamando a mi padre con una especie de apodo: Shosty.

De vez en cuando, la gente le gritaba: Shosty, ¡da el salto como Kasiánkina!. Poco antes de aquel viaje de nuestro padre a Estados Unidos, ocurrió allí un escándalo cuando una maestra rusa de apellido Kasiánkina, que trabajaba en una escuela adjunta a la misión soviética, pidió asilo político. Los diplomáticos soviéticos trataron de ponerle obstáculos y encerraron a la mujer en un local de la embajada. Pero Kasiánkina consiguió abrir la ventana y saltó a la calle, donde le esperaba una multitud de americanos.

Lamentablemente, el pobre Shostakóvich no podía ni soñar con seguir el ejemplo de Kasiánkina. Se daba perfecta cuenta de qué suerte correríamos su mujer y sus hijos, como también toda la numerosa y extensa familia que teníamos, si se hubiese quedado en Occidente. Fui yo quien pudo dar ese paso en 1981. Pero mis circunstancias eran diferentes: mi primera mujer ya tenía otra familia y estaba conmigo el que era entonces mi único hijo. Además, en términos de posibles represalias, el régimen de Brézhnev no podía compararse con la crueldad de Stalin…

Fadéyev contó también a uno de sus amigos el siguiente episodio. Shostakóvich entró en una farmacia de Nueva York para comprar aspirina. Pasó en el establecimiento no más de diez minutos, pero cuando salía a la calle vio que uno de los dependientes ya colocaba en el escaparate un anuncio publicitario que decía: Aquí compra Shostakóvich.

Mijaíl Árdov; Shostakóvich Recuerdos de una vida, 2006, Siglo XXI de España Editores, S.A., págs. 47 y 48.

lunes, 27 de septiembre de 2010

CRÍTICA MUSICAL IV: Chopin desconfiaba de los elogios de Liszt.

La reseña más colorista, sin embargo, procede de Liszt en La Gazette Musicale, una publicación fundada por Fétis. Liszt eligió concentrarse menos en Chopin y más en el glamour, el éxito social y el ambiente del concierto. En este sentido, constituye una inmejorable descripción de la vida concertística de la década de 1840 para los artistas de la fama de Chopin:

El lunes pasado a las ocho en punto de la tarde, los salones del señor Pleyel estaban brillantemente iluminados; un incesante tráfico de carruajes depositaba al pie de los escalones, alfombrados y sembrados de flores fragante, a las señoras más elegantes, los jóvenes más modernos, los artistas más famosos, los banqueros más ricos, los lores más ilustres, la elite de la sociedad -aristócratas por su cuna, su riqueza, su talento y su belleza.

Había un piano de cola abierto en el estrado; a su alrededor, la gente se amontonaba en busca de los asientos más cercanos, llena de anticipación, no se perdería ni un acorde, ni una nota, intención o pensamiento del que allí iba a sentarse. Y su avidez, su atención y su actitud de adoración religiosa estaban justificadas, puesto que el hombre a quien esperaban, a quien deseaban ver, oír, admirar y aplaudir no era solamente un hábil virtuoso, un pianista experto en tocar notas – no era tan sólo un artista sumamente famoso-, sino que era todo ello y mucho más, era Chopin.

… En el concierto del lunes, Chopin eligió preferentemente las obras que estuvieran más alejadas de las formas clásicas. No tocó ningún concierto o sonata, ninguna fantasía o variaciones, sino préludes, études, nocturnos y mazurcas. Dirigiéndose a toda una sociedad, más que a un público, podría mostrarse tal y como es: un poeta elegíaco y profundo, casto y soñador. No tenía ninguna necesidad de sorprender o asombrar; buscaba más una delicada simpatía que el aplauso estruendoso. Pero hemos de decir que esa simpatía no le faltó: con los primeros acordes, se estableció una especie de comunicación íntima entre él y su audiencia. Tuvo que repetir dos études y una balada, y si no fuera por el temor a aumentar la fatiga que se mostraba en su pálido rostro, el público le habría pedido que repitiera cada una de las piezas del programa.

Éste es tan sólo un fragmento de una crítica mucho más larga; a pesar de las alabanzas, el tono de la reseña causó cierta preocupación en Chopin, y se produjo un rápido y marcado enfriamiento de la tibia amistad que lo unía con Liszt. Durante el verano que pasó en Nohant insinuó diversas veces su desagrado por Liszt y lo que éste representaba. El 13 de septiembre señaló a Fontana.

El artículo de Liszt sobre el concierto para la catedral de Colonia me divirtió mucho: que si había quince mil personas, contadas, que si estaban el presidente, y el vicepresidente, y el secretario de la Sociedad Filarmónica, y que si ése o aquel carruaje (ya sabes cómo son allí los coches), y que si el puerto, ¡y que si aquel barco de vapor...! Éste acabará siendo diputado, o incluso rey de Abisinia o el Congo; pero en lo que respecta a los temas de sus composiciones, acabarán reposando en los periódicos...

Ates Orga, Chopin, 2003, Ediciones Robinbook, s.l., Barcelona, págs. 145, 146 y 147

domingo, 19 de septiembre de 2010

TIENES QUE (NO) ESCUCHAR ESTO III: 4´33´´ de John Cage

CRÍTICA MUSICAL III: Interpretaciones sobre 4´33´´, la obra más conocida de John Cage

4'33'' es la composición más famosa de John Cage. Fue compuesta en el Black Mountain College en el verano de 1952 e interpretada primero por David Tudor en el Maverick Concert Hall, Woodstock, New York, el 29 de Agosto de 1952 (Dunn 1962, 25). El título hace referencia a la duración cronometrada de la composición, que (normalmente) consiste en cuatro minutos y treinta y tres segundos de silencio. 4'33'' ha alcanzado un estatus legendario, no solamente en la obra de Cage sino también en el arte del siglo XX. Buena parte de las reseñas de conciertos de los últimos veinte o treinta años empiezan recordando a los lectores que Cage es el compositor de la "pieza silenciosa", como un pretexto para justificar tanto una crítica positiva como negativa.

La interpretación negativa más clara de 4'33'' es la expresada por David Tame, quien sarcásticamente escribe que Cage "sin duda se tomó considerables esfuerzos para componer" esta "obra maestra", y que debería "ser considerada como una broma tan solo; fácil, innecesaria, y quizás también, egocéntrica" (Tame 1984, 105-106). Richard Taruskin se hace eco de la opinión de Tame, afirmando que 4'33'' es un ejemplo de "máxima elevación estética, un acto de imperialismo transcendente" (Taruskin 1993, 34). La interpretación crítica contemporánea más provocadora es la de Caroline Jones, quien intenta demostrar que 4'33'' es un ejemplo del "problema del armario" de sensibilidad homosexual en la que el "silencio" se convierte a la vez en un "escudo y una protesta" ante lo inaceptable de la política, la estética, y la práctica sexual durante la "guerra fría" (Jones 1993).

Desgraciadamente, 4’33’’ es conocida normalmente por los rumores y a menudo mal entendida o simplificada, tanto por lo que respecta a la partitura como a su interpretación. Actualmente hay cuatro partituras diferentes de 4’33’’, hay muchos modos diferentes de interpretar la pieza, y hay algunas variaciones posteriores — que tienen que ser tomadas en consideración antes de hacer cualquier comentario crítico/filosófico. Cage mismo consideró 4’33’’ como su obra más importante, anotando que "pienso siempre en ella antes de escribir la pieza siguiente" (Montague 1982, 11). 

4' 33", 0' 00" : Variaciones sobre una acción disciplinada, William Fetterman..
ANECDOTARIO DE COMPOSITORES III: Lo que leía Beethoven

No se sabe con exactitud qué leyó y cuándo. De todas formas sabemos que estaba familiarizado con Walter Scott (aunque pensaba que escribía sólo por dinero), y con Shakespeare, por las traducciones de Eschenburg (las cuales encontraba mejores que las de Schlegel). Sus ejemplares de estas obras, en particular, contenían muchos pasajes subrayados: El amor es ciego y los amantes no pueden ver, palabras éstas de Jessica en El mercader de Venecia, es uno de los pasajes más enérgicamente subrayados. De entre los clásicos de la antigüedad tenía las Vidas de Plutarco, las Cartas de Cicerón, la Política de Aristóteles, la República de Platón, así como, según Schindler, varios escritos de Eurípides, Tácito, Ovidio, Luciano y Jenofonte. Era también un admirador devoto de Homero y poseía la Ilíada y la Odisea, ésta última su preferida, llena de pasajes subrayados. También conocía la literatura persa clásica.

Entre los austrogermanos, adoraba a Schiller y a Goethe, aunque no era en absoluto indiferente a gente como Herder o Lessing y nunca llegó a perder su temprana admiración por Klopstock y Gellert. En sus demasiado escasos días de lecturas filosóficas en la Universidad de Bonn, había llegado a conocer algunas de las poesías de Eulogius Schneider, las cuales pudieron hacer emerger en él sentimientos que no iban a llegar a ser tangibles hasta años después. En palabras de Hans Konrad Fischer y Erich Koch, la poesía de Schneider estaba impregnada del aire de libertad de la revolución Francesa y del poético Sturm und Drang que dio color a los ilustrados intelectuales de Renania, de los círculos académicos de Bonn. Goethe, el gran Goethe, fue, de todas formas, quien principalmente captó la imaginación de Beethoven. Poseía todas sus obras publicadas y en una carta al poeta (del 8 de febrero de 1823) hablabla de la admiración, el amor y la consideración que ya en mi juventud abrigaba hacia el único e inmortal Goethe. Un cuaderno de esa época confirma que consideró Fausto (en cuyo tema a menudo pensaba para componer una ópera) como el mayor logro artístico.

Ates D´Arcy Orga, Beethoven, 2001, Ediciones Robinbook, s.l., págs. 110 y 111

martes, 14 de septiembre de 2010

TIENES QUE ESCUCHAR ESTO II: Danza macabra de Saint-Saëns
CRÍTICA MUSICAL II: Ives reflexiona sobre su música y arremete contra todos

Ives no se preocupaba especialmente si la gente consideraba que su música no podía ser ejecutada. Las imposibilidades actuales son las posibilidades del mañana, era su comentario insistente. Se trataba de un individualista, y ni siquiera lo preocupaba que los músicos embrollasen las notas, mientras se entendiese lo que el compositor intentaba expresar y el efecto general que se proponía alcanzar. En el curso de una de sus poco frecuentes ejecuciones, en 1931, la orquesta, que se esforzaba penosamente por seguir el errático modo de escribir de Ives, terminó en un caos. Exactamente como una asamblea municipal, cada uno hace lo que quiere. ¡Qué maravilloso resultado!, dijo admirativamente. Como Beethoven, a quien tanto admiraba, Ives perseguía una Idea, en el sentido platónico de la palabra. Pero no era un compositor encerrado en su torre de marfil. Aceptaba el arte como una función natural de la humanidad, y ansiaba que llegase el día en que cada individuo, mientras cultiva sus patatas, llegue a producir su propia Épica, sus propias Sinfonías (óperas, si eso le agrada), y cuando al atardecer se siente en su propio patio trasero, en mangas de camisa, fumando su pipa y contemplando a sus hijos que se divierte, construya sus sonatas de su vida, contemple las montañas y vea sus propias visones, o la realidad de los niños. Sobre todo, despreciaba la música bonita admirada por el público. Al típico amante de la música, a ese que se sienta e inhala los sonidos bonitos, lo llamaba Rollo, un nombre extraído de la serie de libros para niños escritos por el reverendo Jacob Hallowell Abbott entre 1834 y 1858. Rollo era un niño de mamá, simpático y aburrido. Los Rollos en masa merecía a Ives la denominación de pajaritos. Continuemos nuestra lucha -¡el arte- con fuerza –no cedamos porque a los pajaritos no les agrada – Y acusa a Richie Wagner de falsa nobleza. A sus ojos, Debussy era un hombre de la ciudad que los fines de semana se refugia en la estética rural. Chopin era blando… ataviado con una falda. Ravel era débil, mórbido y monótono. El pájaro de fuego de Stravinsky se repetía sin descanso y resultaba fatigoso. Mozart era afeminado y constituía una influencia negativa sobre la música.

Harold C. Schonberg, Los Grandes Compositores (II) De Johann Strauss a los minimalistas, 2004, Ediciones Robinbook, s.l., Barcelona, págs. 319 y 320
ANECDOTARIO DE COMPOSITORES II: Rachmaninov acude a un psiquiatra para recuperar la confianza en su música.

Su madurez artística se desarrolló con lentitud. En efecto, dedicó un tiempo a la enseñanza y la ejecución, compuso el famoso Preludio en do sostenido menor, en 1892, completó una Sinfonía en re menor, en 1895, y asistió al estreno de esa obra en San Petersburgo en 1897. La sinfonía fue un fiasco. En realidad la obra no le agradó a nadie. Rachmaninov perdió confianza y pasó por un periodo terrible. Durante casi tres años no compuso. Me sentía como un hombre que hubiera sufrido un ataque y perdido el uso de la cabeza y las manos. En lugar de componer, se volvió hacia el piano. Cuando se presentó en Londres, en 1899, descubrió que era famoso. Su Preludio en do sostenido menor lo había precedido, pero tampoco ahora volvió a la composición. Finalmente, acudió a un especialista moscovita, el doctor Nikolai Dahl, que trabajó con él en una suerte de tratamiento psiquiátrico, combinado con hipnosis y autosugestión. Rachmaninov se acostaba en un diván, hipnotizado, y el doctor Dahl repetía: Usted compondrá su concierto… Usted compondrá su concierto… Usted compondrá su concierto… Usted trabajará con mucha desenvoltura… El concierto tendrá excelente calidad. El tratamiento fue eficaz. Rachmaninov comenzó su Concierto en do menor y lo concluyó en 1901. Todavía hoy es la obra más popular que compuso.

Harold C. Schonberg, Los Grandes Compositores (II) De Johann Strauss a los minimalistas, 2004, Ediciones Robinbook, s.l., Barcelona, págs. 263 y 264

sábado, 11 de septiembre de 2010

CONOCIENDO A LOS CLÁSICOS DE LA MANO DE ZANDER

Sin duda, uno de los mejores videos que considero idóneos para ir abriendo boca a nuestros lectores es éste que quiero compartir con vosotros. Ya que nuestro objetivo como fundadores del blog es rendir homenaje a esa gran desconocida que es la música clásica, os animo a que lo veáis y disfrutéis de la mano de este gran orador que se llama Benjamín Zander.
Alumno del reconocido compositor Benjamin Britten, Zander estudió composición y violoncello en Florencia, siendo actualmente el director artístico de la orquesta filarmónica de Boston.
Tremendo orador, se ha convertido en los últimos diez años en una de las personalidades más solicitadas por grandes organizaciones en todo el mundo, por sus conferencias sobre Liderazgo, Actitudes, y Creatividad. Es un auténtico lujo escucharle, ya veréis.
Por cierto, la obra de Chopin que interpreta a modo de ejemplo, para los interesados, es el Preludio en Mi menor, op.28, nº4.
Termino diciendo que para mí es un auténtico orgullo poder compartir blog con el que ha sido mi mejor amigo de la infancia-adolescencia, aunque debo reconocer que me siento un poco cohibido, ya que el colega es un auténtico maestro de la letra escrita y uno claramente quiere pasar desapercibido sin que se note demasiado mi falta de capacidad literaria, jajajaja, tenía que decirlo, Pedro.
Sin nada más que decir, os doy la bienvenida y espero que os guste leernos tanto como nosotros disfrutamos escribiendo.

Primera parte:

Segunda parte:



viernes, 10 de septiembre de 2010

CRÍTICA MUSICAL I: La delicadeza de Wagner en su juicio sobre Offenbach

Offenbach trabajaba en dos planos. Era un hábil compositor que tenía talento para crear melodías vivaces. Pero había más: tenía en su personalidad una veta que satirizaba y parodiaba todo lo que se le ponía al alcance de la vista: Meyerbeer y Wagner, la corte, el propio emperador, el ejército y los políticos, el régimen entero. Las sátiras de Offenbach eran tan hábiles e ingeniosas que el propio Napoleón III reía cuando asistía a los Bouffes-Parisiens. La obra más popular de Offenbach, Orphée aux enfers (Orfeo en los infiernos) constituye formalmente una sátira dirigida contra los dioses del Olimpo. En realidad es un ataque al régimen social francés. Orphée fue estrenada el 21 de octubre de 1858 y alcanzó un éxito moderado, hasta que Jules Janin la atacó en el Journal des Débats. Así se inició una polémica y todos acudieron a los Bouffes-Parisiens para ver por sí mismos. Todos pudieron apreciarla pues la opereta alcanzó las 228 representaciones sucesivas. Rossini asistió, y otorgó a Offenbach el sello de su aprobación. Afirmó que era el Mozart de los Campos Elíseos. Pero también hubo una voz estridente que manifestó su discrepancia. Wagner odiaba los Bouffes-Parisiens y todo lo que ellos representaban. La música de Offenbach, escribió Wagner con sus característica delicadeza, era un montón de estiércol donde se revolcaban todos los cerdos de Europa.

Harold C. Schonberg, Los Grandes Compositores (II) De Johann Strauss a los minimalistas, 2004 Ediciones Robinbook, s.l., Barcelona, págs. 24 y 25
TIENES QUE ESCUCHAR ESTO I: Romance para violín y orquesta nº 2 de Beethoven

jueves, 9 de septiembre de 2010

ANECDOTARIO DE COMPOSITORES I: Beethoven pertenecía a una raza especial, y lo sabía.

La diferencia entre Beethoven y todos los músicos que lo precedieron – al margen de aspectos tales como el genio y el vigor inigualado- radicó en que Beethoven se consideraba él mismo un artista, y defendía sus derechos como tal. Mientras Mozart se desplazaba en la periferia del mundo aristocrático, llamando ansiosamente pero sin que en realidad nunca se lo admitiese, Beethoven, que tenía sólo catorce años menos, abría de un puntapié las puertas, entraba como una tromba y se instalaba con soltura. Era un artista, un creador, y como tal superior, según su propio entender, a los reyes y a los nobles. Beethoven tenía ideas definidamente revolucionarias acerca de la sociedad, y un concepto romántico acerca de la música. Lo que está en mi corazón debe salir a la superficie, y por lo tanto tengo que escribirlo, dijo a su alumno Carl Czerny.

Mozart nunca haría nada parecido, y tampoco Haydn o Bach. La palabra artista no aparece en las cartas de Mozart. Él y los compositores que lo precedieron eran artesanos diestros que suministraban un producto, y el concepto de arte o de componer para la posteridad no entraba en sus cálculos. En cambio, las cartas y las observaciones de Beethoven abundan en palabras como arte, artista y capacidad artística. Pertenecía a una raza especial,y lo sabía. También sabía que creaba para la eternidad. Y tenía lo que le faltaba al pobre Mozart: una personalidad enérgica que sobrecogía a todos los que se relacionaban con él. Goethe escribió: Nunca he conocido a un artista que exhibiese tanta concentración espiritual y tanta intensidad, tanta vitalidad y tal grandeza de corazón. Comprendo perfectamente que debe parecerle muy difícil adaptarse al mundo y a sus formas. Goethe no comprendía bien a Beethoven. En Beethoven no se trataba de que él se adaptase al mundo y a sus modos. Como sucedería después con Wagner, la cuestión era que el mundo se adaptase a él. Con su personalidad de elevada intensidad, como con su tipo de genio de intensidad igualmente elevada, Beethoven pudo imponer sus propias condiciones a la vida en casi todo, salvo en su trágica sordera.


Harold C. Schonberg, Los grandes compositores (I) De Claudio Monteverdi a Hugo Wolf, 2004 Ediciones Robinbook, s.l., Barcelona, págs. 131 y 132

¡Bienvenido!

Bienvenidos a La gran fuga.


Dedicaremos este blog a la música, a lo que nosotros entendemos como tal. El nombre ha sido inspirado por los últimos cuartetos de Beethoven que todavía hoy plantean problemas en su ejecución. Quienes no quieren o no pueden entrar en el mundo de Beethoven los juzgan sombríos, fríos e incomprensibles, y esta afirmación es aplicable sobre todo a la gran trinidad: el Opus 130 en si bemol, el 131 en do sostenido menor y el 132 en la menor. En cierto sentido puede afirmarse que estos tres cuartetos para cuerdas forman un supercuarteto. Tienen temas comunes, comparten el mismo lenguaje e idéntico sentimiento, y están relacionados desde el punto de vista de la textura y la armonía. Todos son muy largos y todos desafían la descripción. Representan un estado de ánimo místico, pero también musical. Sus desenvolvimientos orgánicos, las convulsiones de la Grosse Fugue, el inefable desarrollo del lento movimiento lidio del Cuerteto en la menor, la fuga introductoria del Cuarteto en do sostenido menor, la “Cavatina” del Cuarteto en si bemol, todo esto y mucho más elevan la música a una altura que en realidad parece trascender a la música y, como para nosotros el gran maestro, la gran fuerza de la naturaleza cuyos compases nos hacen vibrar siempre y sorprendernos siempre, reúne en sí mismo todas las características de lo que consideramos un genio musical queríamos que nuestro nombre estuviera relacionado con él y así escapar a través de él, fugarnos, pues ese es el objetivo, que venir aquí consista en relevar unos instantes el ruido natural de las cosas de hoy por el ruido celestial del oído de los grandes compositores y músicos de la historia.

Cosecharemos varios apartados ya definidos de partida aunque seguramente en la evolución del blog, en su crecimiento, vayamos incorporando algunas ideas nuevas. Por ahora son:

Anecdotario de compositores: donde contaremos brevemente algunas curiosidades sobre la forma de componer o la vida propia de algunos artistas que nos gustan.

Tienes que escuchar esto: donde colgaremos vídeos o audios de fragmentos de melodías, sinfonías, óperas, barcarolas… que nos encantan y deseamos que empieces a conocer o vuelvas a escuchar si ya las conocías.

Crítica musical: donde pondremos lo que pensaban los críticos, músicos y compositores de sus compañeros, donde haremos ver las grandes diferencias que había en los gustos y en la manera de entender la música entre colegas o no tan colegas contemporáneos.

Y nuestro preferido:

Esta semana deseamos que se muera…: donde mataremos desde el cariño todo aquello que nos parece insoportable a los oídos, aquello que es lamentable, inútil y perfectamente desechable en el mundo de la composición.

Esperamos que os guste.