domingo, 19 de septiembre de 2010

ANECDOTARIO DE COMPOSITORES III: Lo que leía Beethoven

No se sabe con exactitud qué leyó y cuándo. De todas formas sabemos que estaba familiarizado con Walter Scott (aunque pensaba que escribía sólo por dinero), y con Shakespeare, por las traducciones de Eschenburg (las cuales encontraba mejores que las de Schlegel). Sus ejemplares de estas obras, en particular, contenían muchos pasajes subrayados: El amor es ciego y los amantes no pueden ver, palabras éstas de Jessica en El mercader de Venecia, es uno de los pasajes más enérgicamente subrayados. De entre los clásicos de la antigüedad tenía las Vidas de Plutarco, las Cartas de Cicerón, la Política de Aristóteles, la República de Platón, así como, según Schindler, varios escritos de Eurípides, Tácito, Ovidio, Luciano y Jenofonte. Era también un admirador devoto de Homero y poseía la Ilíada y la Odisea, ésta última su preferida, llena de pasajes subrayados. También conocía la literatura persa clásica.

Entre los austrogermanos, adoraba a Schiller y a Goethe, aunque no era en absoluto indiferente a gente como Herder o Lessing y nunca llegó a perder su temprana admiración por Klopstock y Gellert. En sus demasiado escasos días de lecturas filosóficas en la Universidad de Bonn, había llegado a conocer algunas de las poesías de Eulogius Schneider, las cuales pudieron hacer emerger en él sentimientos que no iban a llegar a ser tangibles hasta años después. En palabras de Hans Konrad Fischer y Erich Koch, la poesía de Schneider estaba impregnada del aire de libertad de la revolución Francesa y del poético Sturm und Drang que dio color a los ilustrados intelectuales de Renania, de los círculos académicos de Bonn. Goethe, el gran Goethe, fue, de todas formas, quien principalmente captó la imaginación de Beethoven. Poseía todas sus obras publicadas y en una carta al poeta (del 8 de febrero de 1823) hablabla de la admiración, el amor y la consideración que ya en mi juventud abrigaba hacia el único e inmortal Goethe. Un cuaderno de esa época confirma que consideró Fausto (en cuyo tema a menudo pensaba para componer una ópera) como el mayor logro artístico.

Ates D´Arcy Orga, Beethoven, 2001, Ediciones Robinbook, s.l., págs. 110 y 111

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