CRÍTICA MUSICAL I: La delicadeza de Wagner en su juicio sobre Offenbach
Offenbach trabajaba en dos planos. Era un hábil compositor que tenía talento para crear melodías vivaces. Pero había más: tenía en su personalidad una veta que satirizaba y parodiaba todo lo que se le ponía al alcance de la vista: Meyerbeer y Wagner, la corte, el propio emperador, el ejército y los políticos, el régimen entero. Las sátiras de Offenbach eran tan hábiles e ingeniosas que el propio Napoleón III reía cuando asistía a los Bouffes-Parisiens. La obra más popular de Offenbach, Orphée aux enfers (Orfeo en los infiernos) constituye formalmente una sátira dirigida contra los dioses del Olimpo. En realidad es un ataque al régimen social francés. Orphée fue estrenada el 21 de octubre de 1858 y alcanzó un éxito moderado, hasta que Jules Janin la atacó en el Journal des Débats. Así se inició una polémica y todos acudieron a los Bouffes-Parisiens para ver por sí mismos. Todos pudieron apreciarla pues la opereta alcanzó las 228 representaciones sucesivas. Rossini asistió, y otorgó a Offenbach el sello de su aprobación. Afirmó que era el Mozart de los Campos Elíseos. Pero también hubo una voz estridente que manifestó su discrepancia. Wagner odiaba los Bouffes-Parisiens y todo lo que ellos representaban. La música de Offenbach, escribió Wagner con sus característica delicadeza, era un montón de estiércol donde se revolcaban todos los cerdos de Europa.
Harold C. Schonberg, Los Grandes Compositores (II) De Johann Strauss a los minimalistas, 2004 Ediciones Robinbook, s.l., Barcelona, págs. 24 y 25
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